miércoles, 31 de diciembre de 2014

Desig / Deseo



Como cada año en diciembre
Se nos presenta la Navidad,
Y con pasos de liebre
Llegamos a fin de año.
Y tendrás nueva agenda,
Y quizás harás balance.
Y te propondrás para el año que viene
Ser mejor que antes.
Y cuando suenen las doce campanadas
Quizás te habrá quedado alguna uva.
Será que en cada grano que queda en la mesa
Se muere un deseo.



QUE CADA NOCHE
SEA LA NOCHE MAS BELLA.
QUE ESTE AÑO NUEVO
TRAIGA PAZ AL MUNDO.
QUE CADA NIÑO
NAZCA BAJO UNA ESTRELLA.
ES UN DESEO
Y LO QUEREMOS PARA TODOS.



Largas noches de diciembre
Prefiriendo los portales.
En la negra noche hay la promesa
De la luz que vendrá.
Y cuando toquen las doce campanadas
Todavía nos quedará toda la noche,
Que cada nuevo viaje empieza
Mucho antes de partir.
 
QUE CADA NOCHE...

ES UN DESEO
Y LO QUEREMOS PARA TI.

martes, 30 de diciembre de 2014

Tootsie

Tootsie

Título original
Tootsie
Año
1982
Duración
119 min.
País
 Estados Unidos
Director
Sydney Pollack
Guión
Larry Gelbart, Murray Schisgal, Don McGuire
Música
Dave Grusin
Fotografía
Owen Roizman
Reparto
Dustin Hoffman, Jessica Lange, Geena Davis, Charles Durning, George Gaynes, Teri Garr, Dabney Coleman, Sydney Pollack, Bill Murray, Doris Belack
Productora
Columbia Pictures presents a Mirage / Punch Production
Género
Comedia | Teatro
Sinopsis
Michael Dorsey es un actor neoyorkino sin éxito. Además, en los círculos artísticos tiene fama de conflictivo. Como su mala racha no se acaba, un día toma una importante decisión: hacerse pasar por una mujer para encontrar trabajo. Consigue un papel, pero su nueva identidad le traerá no pocas complicaciones en su vida diaria. (FILMAFFINITY)
Premios
1983: Premios César: Nominada a Mejor película extranjera
1982: Oscar: Mejor actriz secundaria (Jessica Lange). 10 nominaciones
1982: 3 Globos de Oro, incluyendo Mejor película - Comedia o Musical. 5 nom.
1982: Círuculo de Críticos de Nueva York: Mejor Director, Actriz secundaria y Guión
Críticas
  • "Pollack acertó de pleno en esta divertida comedia, que juega con un magnífico Dustin Hoffman (...) El director contiene los posibles excesos (...) potencia la interpretación de Hoffman y la eficacia del guión, que aporta una sucesión de gags de lo más jocosos"
    Miguel Ángel Palomo: Diario El País

lunes, 29 de diciembre de 2014

El gordo



ALGO GORDO
(Josep Sebastián)
El caso de la Lotería de Navidad.
La normalidad vuelve poco a poco a las calles y hogares
Madrid, 28 de diciembre. Agencia Hache.
“La ola de protestas, suicidios, manifestaciones, asaltos y homicidios que desde el pasado 21 de diciembre asolan el país van remitiendo…”

Miguel Moragriega era un buen estudiante. También destacaba en su afición a la magia de cerca. Desde niño sorprendía con sus habilidades prestidigitadoras en el arte de hacer desaparecer objetos ante la mirada atónita de amigos y familiares. Incluso mientras estudiaba la carrera de leyes se ganaba algún dinero en pequeños locales de copas y espectáculos de variedades.
Al licenciarse en Derecho dedicó cuatro largos años a prepararse oposiciones a notarías, las cuales alcanzó con excelentes calificaciones. Se convirtió profesionalmente en uno de los más prestigiosos notarios del estado, lo que le permitió acceder al equipo que velaba y certificaba la fiabilidad de los números y premios de los bombos de la lotería navideña. Por sus manos pasaban  las bolas que anunciaban todos y cada uno de los premios a los que apostaban con sus números millones de ciudadanos del país.
Aquel año el gordo navideño se hacía esperar. Pasaban las horas y los niños del colegio de San Ildefonso no conseguían extraer el preciado premio. A mediodía algunos agraciados con cuartos, terceros  y segundos e incluso los de la pedrea de consolación descorchaban botellas de champán en despachos de lotería, panaderías, bares y comercios. Los teléfonos móviles no paraban de sonar anunciando a gritos tan buenas noticias. Las entidades bancarías recibían clientes inesperados con la finalidad de darle pingüe beneficio a sus estrenados millones. Inversiones a plazo fijo, proyectos, saldos de deudas, reformas del hogar, coches nuevos y demás sueños vagaban por la mente de los afortunados.
Y mientras, en la sala de actos del edificio de la Lotería el gran premio, el más buscado, el icono de la quimera y la fortuna seguía sin salir. Quedaban pocas, muy pocas bolas en el bombo de la ilusión. Cuando uno de los niños extrajo el último número con derecho a premio el compañero del otro bombo comprobó que allí ya no quedaba ninguna bola por extraer. El sorteo había finalizado sin el gordo. Se originó un gran revuelo en la sala y se anunció por altavoces que ante la situación creada los cinco notarios presentes iban a deliberar sobre los pasos a seguir.
Uno de ellos salió al cabo de media hora para anunciar que el sorteo de ese año quedaba anulado y que después de las investigaciones necesarias se procedería a realizar uno nuevo en fecha a determinar, seguramente por semana santa. La televisión se encargó de dar fe de la noticia en todos los hogares.
Al día siguiente, Moragriega desapareció como por arte de magia.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Infierno

 

  ¿Existe el Infierno? ¿Existe Dios? ¿Resucitaremos después de la muerte? Ah, no olvidemos lo más importante: ¿Habrá mujeres allí?

Woody Allen

La mano


Una amputación incruenta
 (Josep Sebastián)
Habían sido unos días de trabajo duro en la oficina. Era viernes y tenía unas enormes ganas de llegar a mi apartamento  y pasar un fin de semana tranquilo, sin moverme de casa y volcado a la simplicidad de la lectura, la música y quizás la preparación de algún plato especial en mi luminosa cocina. Cosas que por desgracia hace tiempo que las tomo a sorbos y sin la atención que conviene prestarles.
Hace semanas, o quizás meses, que ando en la lectura de una novela. Lo que antes concluía en dos o tres días ahora se me eterniza. Decidí que ese fin de semana me serviría para volver a aquella inercia. Y lo más bueno es que eso es lo que me gustaba, meterme dentro del libro sin apenas dar tregua a la invasión de la realidad.
Llegué pronto a casa, sobre las seis de la tarde. Abrí la puerta con la seguridad de que nadie te está esperando para cambiar el orden de tus planes, y mi mano se dirigió de forma automática al interruptor de la luz del pasillo. No respondió, y de forma inmediata pensé en la caja de fusibles al mismo tiempo que hacía memoria de lo que guardaba en el congelador. Sí, era uno de los diferenciales, concretamente el de las bombillas de toda la estancia, por lo que la nevera no corría peligro. Subsané el problema y se hizo la luz.
Me puse ropa más cómoda, preparé una cerveza negra en clara copa y me senté en el sillón que aun siendo de scay me daba la textura necesaria para encontrarlo fresco en verano y cálido en invierno (más bien porque en este caso cubría con un paño). Tomé el libro y me di esos minutos necesarios para estar con la mente en blanco, eso sí, buscando el oro negro de una copa que me observaba desde una mesita contigua.
Al rato lo abrí por la página separada por el punto de lectura, obsequio de la fundación de un famoso escritor con la que colaboraba, y no lo dejé hasta que el estómago me pidió algo de cena. Coincidió además con ese momento de la novela en que apetece tomarse un respiro ante una situación de suspense. Iba por la página 102 (más o menos  la mitad)…
“Él quería llegar a casa y disfrutar de una noche relajante, a solas. Cuando abrió la puerta y su mano se dirigió al interruptor del pasillo notó que ya había otra mano…”
  Me preparé un par de bocadillos (como cada viernes) con la presteza de quién quiere volver de nuevo a la ficción de la lectura. En la estrecha mesa de la cocina y con la compañía de un vaso de vino tinto hice cuenta del atún y las anchoas aprisionadas en una barra de pan de cuarto de kilo. Cuando acabé estuve unos minutos pensando en que cocinaría el sábado y a la vez en el tiempo que habría de pasar esperando una buena digestión antes de tropezar con el sobresalto del señor de la mano. Mientras en los altavoces de la cocina sonaba “Rambling on my mind” fui preparando un café para sustituir la cerveza que me había acompañado una hora antes.
Justo en el momento de salir al pasillo se apagaron las luces. “Vaya”, pensé, “de nuevo el diferencial”. Dejé la taza de café en la mesa de la cocina y me dirigí casi a tientas a la caja de los contadores del recibidor, pero comprobé que esta vez estaba todo en su sitio. Debía ser una avería de esas que llaman generales, y se confirma con la invasión de vecinos en el rellano  preguntando “¿es general, no?”
Esta vez no había vecinos. La luz del rellano de la escalera estaba encendida y se oía el ruido del ascensor en funcionamiento. Se me disiparon las dudas cuando al cruzar la puerta de la entrada a casa volvió la luz. Hice el recorrido anterior inverso a la cocina para calentar el café en el microondas, pero como había decidido que era un fin de semana de placer decidí hacerme otro expresso y tirar el anterior al sumidero.
  Me acomodé en el sillón y saboreé de nuevo la oscuridad de otra negra textura. Seguía la música sonando en la cocina y me levanté a conectar los altavoces del comedor para escuchar “Presence of the Lord” antes de volver a la novela. Acabada la canción  tomé el libro por el nuevo punto de lectura y comprobé que la siguiente página estaba rota, sin rastro de lectura posible. El resto estaban en blanco.

Hoy he despertado en una habitación de hospital, desde dónde estoy dictando todo esto a mi amigo Barrachina porque tengo la mano derecha amputada. A saber dónde estará.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Flores para la memoria

Cuentan en los Montes que en la Navidad de 1948 —cuando los rencores iban bajo palio—, Olvido huía de los guardias civiles que el alcalde había mandado en su persecución por habérsela visto llevando leche y mazapanes para los guerrilleros. Quiso la Providencia que el parto se presentara en tales circunstancias, de modo que —con dolores silenciosos— la mujer parió una hermosa niña entre las retamas y la tuvo que dejar allí ante el cerco de los guardias. Se enternecieron los hombres y dejando la cacería llevaron la criatura a la casa del regidor. Como su mujer estaba seca de maternidad acordaron quedarse con ella.
Que la madre muriera fusilada en la cárcel de Talavera por ser del maquis o por intereses ajenos nunca se pudo demostrar.
Desde entonces —todos los 25 de diciembre—, el viento de la sierra tañe en las campanas de la iglesia los gritos del parto, y aquellas retamas maternales alumbran navideñas flores blancas. En el pueblo se las conoce como «Las flores de Olvido» y en sus pétalos se forma un rocío seroso, dorado y con sabor tan triste como difícil de olvidar.
Javier Ximens

miércoles, 24 de diciembre de 2014

NAVIDAD

José aceptó el anuncio del ángel sobre el embarazo de su mujer, María, con tranquilidad y sin demasiadas averiguaciones. No prestó mucha atención al asunto, pues estaba preocupado por las condiciones de una madera, desconocida para él, de que había oído hablar. Al parecer ese material procedía de Oriente: tendría que esperar el paso de una caravana para obtener algunos tablones. Con ellos elaboraría muebles para sus amos romanos, los únicos que pagaban un buen precio por su trabajo. La cuestión del Mesías le interesaba también, pero menos. Después de todo, un buen carpintero no tenía por qué meterse en política.
David Lagmanovich

lunes, 22 de diciembre de 2014

Joe Cocker. In memoriam

Muere Joe Cocker

El cantante sucumbe a los 70 años a un cáncer de pulmón

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Joe Cocker muere a los 70 años tras una larga enfermedad. / José Pedrosa (efe)
El cantante británico Joe Cocker ha fallecido a los 70 años. La voz grave y volcánica del soul blanco sucumbió a un cáncer de pulmón (según un comunicado de su compañía discográfica, Sony), que pone fin a una carrera que empezó entre vapores de alcohol en los clubs de Sheffield en los años sesenta.
Deja para la historia su voz única y sus movimientos espasmódicos sobre un escenario, plasmados para la eternidad en su dramática interpretación de With a Little help from my friends, de los Beatles, sobre un escenario de Woodstock, cuando el cantante tenía 25 años, recogida en la película del festival. Aquella versión, por la que le felicitaron los propios autores, supuso su primer número uno en 1968 y reveló su gusto y acierto al reinterpretar composiciones ajenas.
De origen proletario, sucumbió a todas las tentaciones de la bohemia rockera. Pero incluso cuando parecía tocar fondo era capaz de cosechar éxitos planetarios. Su voz quedará para siempre unida al cine de los ochenta, gracias a Up where I belong, su dueto con Jennifer Warnes en Oficial y caballero, y sobre todo por su versión de You can leave your hat on, de Randy Newman, en Nueve semanas y media, himno el erotismo para toda una generación
John Robert Cocker, nacido el 20 de mayo de 1944 en un suburbio de Sheffield, vivía desde hace años en Estados Unidos, en un rancho de Colorado, junto a su segunda esposa. Su agente, Berrie Marshall, ha confirmado esta tarde la muerte de un artista “sencillamente único”. “Será imposible llenar el espacio que deja en nuestros corazones”, ha añadido.
Sus comienzos en la música fueron bajo el nombre artístico de Vance Arnold. Con su banda, los Avengers, y su poderosa voz, versionaban éxitos de Chuck Berry y Ray Charles. En 1963 telonearon a los Rolling Stones en Sheffield. Un años después firaba un contrato para el primero de su veintena de álbumes en solitario.
El año pasado se embarcó en una gira triunfal por diversas ciudades Europa que terminó en junio en el Hammersmith Apollo londinense, en el que el destino quiso que fuera su último concierto.

Adios



TANATORIO ESTE…O ESTE
(Josep Sebastián)
Ayer me ocurrió algo insólito.
Había fallecido una tía mía por la mañana, y me informan que la capilla mortuoria estará dispuesta a partir de las seis de la tarde en el tanatorio este de la ciudad. Pensé en acercarme al salir de la oficina, y nada más entrar en recepción compruebo que en la pantalla con la lista de obituarios no figura su apellido, o al menos el que yo creía que tenía. Miro por el nombre, Josefa, y hay una tal Josefa García (pienso “igual es esa, y el apellido que yo creía me lo había inventado”, era una parienta no muy próxima…) en la Sala 3.
Me dirijo a la capilla en cuestión pero mirando todas por la que pasaba por si acaso iba errado con el nombre. Voy mirando discretamente a la gente y la gente a mí, estos no tan discretamente, más bien indagantes. La situación se me hace cada vez más incómoda, como si estuviera alterando la amable relación de la muerte con el mundo de los vivos.
Llego a la capilla número tres y hago un esfuerzo por reconocer a alguien, una cara atrapada en el pasado, una mueca especial, una voz que abra mis tímpanos a la memoria de la niñez. Se acerca una señora y me dice si quiero ver al difunto.
Doy media vuelta y me alejo con cara de circunstancias. Pongo en marcha el coche y por los altavoces suena “If it is goodbye”. Créanme, no es una escena de un cortometraje de vanguardia.
Era yo en todo mi ridículo esplendor.
Hoy ha sido incinerada Josefa Royo en los crematorios del tanatorio Oeste de la ciudad.